Tres décadas de "paz, orden y progreso" porfiriato habían transformado al país. Aparentemente México se encaminaba hacia la presidencia, tenia un sólido desarrollo económico y una planta industrial en pleno crecimiento. A pesar de ello, la gran mayoría de la población se benefició poco del bienestar material y por el contrario sufría las injusticias que provocaban la concentración del poder y la riqueza en unas cuantas manos. En el campo, millones de campesinos vivían en condiciones deplorables, mientras cinco mil hacendados eran dueños de la mayor parte de las tierras cultivables del país. Políticos mexicanos y empresarios extranjeros llegaron a acaparar enormes extensiones en el norte del país a precios risibles y pasando por encima de los derechos de los pequeños propietarios. En Yucatán y Sonora, los grupos indígenas que se opusieron al despojo de sus tierras fueron reprimidos y trasladados a lugares inhóspitos. En las ciudades, los obreros tampoco gozaban de los beneficios del porfiriato: trabajaban largas jornadas a cambio de salarios insuficientes. La clase media, compuesta por técnicos, maestros y abogados, gente con educción y aspiraciones políticas, se convirtió en la principal critica del gobierno porfirista al ver que el poder y la riqueza se mantenían en manos de unos cuantos. En cambio, a las elites del país, grandes empresarios, comerciantes y latifundistas, les preocupaba la transmisión del poder presidencial. Don Porfirio estaba a punto de cumplir 80 años y no parecia decidirse a escoger un suceso. Por otra parte, los norteamericanos favorecidos por Diaz recelaban de Estados Unidos decidió entrevistarse con él. La cacareada paz estaba a punto de derrumbarse. Las expresiones de inconformidad comenzaron a brotar en algunas regiones del país; hubo huelgas en Cananea y Rió Blanco, se crearon partidos políticos y periódicos de oposición.Durante el porfiriato (1876-1911), México logró al fin se estabilidad política.En ese periodo alcanzo un crecimiento economico que no alcanzo durante fines del siglo XVIII. Díaz favoreció el centralismo económico y político e imidió que las diferencias en las ideas se expresaran libremente. Su prolongada permanencia en el poder excluypo a numerosas grupos de la poblacion de los asuntos públicos, dejándoles como única alternativa la explosion social, en 1910.
A su regreso al país, Díaz promovió una campaña de desprestigio del presidente González por su “corrupción”, y de ensalzamiento de su propia figura para que la gente anhelara su regreso a la presidencia. “Compitió” en las elecciones y “ganó” nuevamente la presidencia para el periodo 1884-1888. El primero de diciembre de 1884 rindió la protesta correspondiente. A partir de entonces, para “preservar la tan preciada estabilidad política” reformó la Constitución para prolongar su mandato hasta 1916: así, en 1887 durante su segundo periodo presidencial, con el apoyo del Círculo Porfirista, estableció la reelección por solo un periodo más para mantener el poder de 1888 a 1892, para lo cual tuvo que asesinar en Zacatecas al jefe antirreeleccionista Trinidad García de la Cadena en 1886 y en 1889 al gobernador de Jalisco, Ramón Corona, a quien curiosamente mató “un loco”. En 1890, Díaz haría que el Congreso aprobara la reelección sin limitaciones, lo que abrió la posibilidad de que se reeligiera libremente para los periodos 1892-1896, 1896-1900 y 1900-1904, 1904-1910 y 1910-1916, ya que en 1903 se ampliaría el periodo de gobierno de 4 a 6 años. Desde luego, la revolución lo obligaría a renunciar en 1911.
A medida que se prolongó su mandato, el gobierno de Díaz aumentó su autoritarismo y centralización en aras de la estabilidad política. Sin embargo, al morir algunos de sus hombres de mayor confianza tuvo que permitir el ingreso de nuevas figuras, lo que tendría consecuencias políticas importantes: Joaquín Baranda que fue ministro de Justicia a partir de 1882 y que representaba la tradición liberal, civilista y democrática; José Yves Limantour, secretario de Hacienda desde 1893, profesional acaudalado y miembro del grupo de los científicos, que desde el positivismo divulgaba la inevitabilidad histórica del porfiriato y pugnaba por fomentar la economía y reformar la sociedad “científicamente” por medio de un gobierno fuerte, pero que en realidad era un grupo de racistas afrancesados que representaban a los grandes negocios extranjeros; y el general Bernardo Reyes, ministro de Guerra y Marina en 1902, popular entre el ejército y sectores de empresarios norteños opuestos a los científicos, así como entre gente de clase media e inclusive de trabajadores por su obrerismo demostrado como gobernador de Nuevo León.
Hag
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